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lunes, 8 de febrero de 2016

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El Elixir del Tiempo

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La noche ha caído sobre Godric's Hollow hace ya varias horas. Un día más... Un día menos. Ya no sé si sumar días o restarlos. Tal vez, simplemente, los vivo. Vivir es difícil cuando sabes que vas a morir. Intentas vivir al máximo, pero solo consigues vivir a medias. Es como intentar hacer algo que no puedes hacer, como cuando quieres respirar y ya no te queda oxígeno.

Estoy en la cama, donde he pasado casi todo el resto del día. En aquél colchón, me siento cada día un poco más pequeña mientras la habitación se me hace cada vez más grande. O tal vez es el mundo lo que se me vuelve cada vez más grande, o más pequeño... Porque ya apenas queda sitio en él para mí. El día ha transcurrido como todos los días. Dolor, fatiga, cansancio... Debilidad. Todo lo que vivo es una procesión de tristeza y dolor. La vida me va restando vida, y aquellas cuatro paredes se están convirtiendo en mi pequeño mundo.

Intento esperar a Scorpius despierta, pero sé que el sueño acabará venciéndome. Él se ha ocupado de mí durante todo el día, al igual que de nuestra pequeña Cass, a la que ahora lee un cuento en la cama para que se duerma. Tumbada sobre mi costado derecho, lucho por  mantener los ojos abiertos, porque ahora odio perder mi tiempo en dormir, quiero pasar todo mi tiempo despierta. Pero la enfermedad es tan cruel que ni siquiera les permite a los enfermos más horas despiertos para vivir más horas sus últimas horas... Hasta en eso te roba el tiempo. De lejos, escucho su voz, a través de la puerta entreabierta. Relata esa cuento que yo tantas veces la he contado, y casi siento que yo estoy allí, con ellos, escuchando ese cuento, uno de esos poderosos cuentos que tienen la magia de hacer que un niño crea en la fantasía, mientras la realidad no se la robe.

Y es así, como poco a poco, me voy quedando dormida en aquella cama, oyendo de fondo ese cuento, hasta que finalmente, se desdibuja hasta ser silencio.

sábado, 21 de febrero de 2015

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El rapto de Demeter

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Llueve sobre la sombría Anderen. Y miro al cielo tras el cristal de mi ventana. No sé si es cielo o infierno. Ni siquiera sé si alcanzo a distinguir la fina línea etérea y vaporosa que debe ser el comienzo de ese paraíso al que solo he llegado algunas veces para volver a caer después.

A veces me gustaría que fuera al revés y así lo imagino. No sé cómo la lluvia se atreve a caer sobre Anderen. Debería huir... Deberían deshacerse los charcos en gotas que subieran al cielo como si fueran atraídas por su magnetismo. Betsabé dentro. A mí espalda. Betsabé en el infierno. Betsabé en el purgatorio. Betsabé en el paraíso... Y la miro al darme la vuelta y ni siquiera recibo el choque frío de los idolatrados ojos que odio. Ni siquiera me mira con los amados ojos que odio. Y eso me hace tomar aire y salir fuera anunciándola que iré a dar un paseo. Por si la interesa. Y no sé si me responde porque prefiero escuchar el sonido de la puerta al cerrarse cuando salgo, que el silencio de su respuesta.

Así es ella. Tormentosa y pasional. Distante y atenta. Extraña, irracional, persuasiva, prepotente, lujuriosa, adictiva, odiosa, ardiente,pérfida, sensual... Demasiado. Demasiado pero nada la define. Única. Tal vez esa es la palabra que mejor lo hace. Tal vez es la palabra que más dice de ella callándolo todo.

domingo, 15 de febrero de 2015

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Cartas a mi futuro.

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La oscuridad me asfixia mientras que con los ojos abiertos de par en par, miro al techo. Aquella cama parece un lodazal en el que me hundo de forma inevitable, estando cada vez más lejos del techo. En él puedo ver algunas de las sombras de los árboles de la calle dibujándose en este por las luces de las farolas. De nuevo, las sombras parecen estar vivas, como lo estaban cuando era niña. Se mueven, se hacen inmensas, casi las puedo ver respirar... Recuerdo que mi padre me calmaba diciéndome de que las sombras eran la falsa ilusión de cosas que no tienen vida para parecer que están vivas. Me dijo que cualquier objeto simple, a la luz adecuada, parecía ser más grande, y estar vivo, al reflejarse en una pared. Aquél día me hice una pregunta que no llegué a hacerle a mi padre. Si la luz es el bien, ¿por qué produce sombras? Ahora me doy cuenta... Todos tenemos sombras en nuestro interior.

Siento que no puedo respirar. Que me hundo en aquella cama como si pesara más que mis pensamientos. Me incorporo hasta sentarme y salgo de la cama con cuidado de no despertar a Scor, que duerme plácidamente. Mientras que busco la bata y me calzo aquellas cómodas y cálidas zapatillas rosas de suave felpa, intento ser lo más silenciosa posible y dejo que solo la débil luz que entra por la ventana, me ilumine.Después salgo de la habitación y cierro la puerta sin hacer ruido. Me mareo un poco, tal vez porque me he levantado demasiado rápido para llevar tanto tiempo en la cama y sin poder conciliar el sueño. Voy hasta la habitación de Cass, me aseguro de que duerme plácidamente, y de que está bien arropada. Después, bajo al piso inferior, entro en la cocina, busco en la caja de las infusiones una bolsita de tila y caliento una taza de agua en el microondas.

martes, 10 de febrero de 2015

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Soldados de Juguete

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Quedan horas, escasas horas para que mi querida nieta, mi tercera Lyanna, sea bautizada.

Tengo en mis manos una foto, han pasado pocos años desde que fue tomada, desde que se inmortalizó esa imagen para siempre en el papel, pero se nota que han pasado años. Esos años que han pasado son los años en que mi hija ha ido creciendo. Pues esa foto  la muestra a ella en mis brazos, vestida para su bautizo en mis brazos en la puerta de la juguetería antes de ir camino a la parroquia.

Ever, esa niña que la vida me dejó, esa niña que creí abandonada por su madre y que la nombré nunca porque yo nunca la dejaría sola, esa niña que abandonaron para dejarla vivir, esa niña que mañana llevará en sus brazos a su hija, ya que ella ahora es madre.

Los ojos se me llenan de lágrimas, ese día solo pensaba en como su madre se podía estar perdiendo ese único momento y ahora me maldigo en el silencio por haber maldecido a la mujer que por dos veces la dio la vida.

Mi Lyanna, ahora es más fuerte su recuerdo en mí porque al saber lo que ocurrió solo puedo amarla más.

Y ese amor me trae recuerdos, los recuerdos de los días más hermosos vividos a su lado, esos días que yo era inmensamente feliz. Y esos hermosos días también tuvieron uno último un final que yo desconocía el último día que ella estuvo junto a mí.

sábado, 31 de enero de 2015

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Expiación

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Ever: Salgo del cuarto de baño, apagando la luz de este. Scor está ya en la habitación, incluso puedo sentir su presencia en ella, antes de verle

Scor: Sonrío mientras te miro, abotonando los botones del cuello de mi camiseta de pijama gris.
- ¿Ya has terminado?

Ever: Veo como cierras los botones de tu pijama y sonrío mientras me acerco a donde estás. 
-¿Tanto tardo? -pregunto, a sabiendas  que llevo en el cuarto de baño unos quince minutos

Scor: Uy que si tardas, como todas las mujeres... 
-Sonrío guiñándote un ojo, y coloco las mangas de mi pijama, sentándome después  en el filo de la cama.

Ever: -Bueno, tú también tardas por las mañanas cuando te metes en el baño. A veces me haces pensar mal -me siento a tu lado sonriendo, mientras que cierro mi suave bata rosada.
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Ahora que he bajado a la tierra, no me dejes volver al cielo

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Edward: En mi casa, hay silencio, un absoluto silencio, ya que los juguetes están dormidos. Solo hablan los recuerdos despiertos que en mi mente se amontonan por doquier. Recuerdos que un día fueron vida y que ahora se han convertido en el bálsamo para seguir viviendo cuando no hay nada más que silencio.

Los juguetes yaces dormidos, las muñecas acostadas, y mis recuerdos amontonados en esa caja llamada memoria.

¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos memoria? Seríamos seres inertes, vacíos y huecos porque somos todo lo que fuimos y esos recuerdos nos ayudan a seguir hacia delante por mucho que también nos atormenten. Buscamos en lo que fue lo que ya no es y esperamos a lo que vendrá siempre pensando en que sea mejor que lo que ya no está. Esos días que se marcharon para un para siempre dejándonos de algún vacíos e inertes.
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Hijo de la Muerte

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Betsabé: La niebla es el aliento del Tiempo, y me envuelve como si quisiera protegerme de la noche con la que me fundo. Mientras camino por el suelo empedrado, húmedo por ese sensual beso de la fría niebla gris, ajusto mi capa de terciopelo negro, mientras una nube de denso vapor se dibuja delante de mi rostro, fundiéndose después con la noche. Me detengo un instante, solo para mirar hacia atrás, para ver a lo lejos la solemne imagen de aquél lugar en el que pasé aquellos años de mi infancia y adolescencia, ambas carentes de toda inocencia,pues esta jamás habitó en mí: Stabfeuer, mi escuela y orgullo alemán. Recuerdo mis años de estudiante, con mis atavíos púrpuras recorriendo aquellos pasillos oscuros iluminados por las lámparas de fuego, admirando cada figura de Mefistófeles, ansiando más y más saber en sus frías estancias y en sus aulas siempre oscuras y lóbregas, pero iluminadas por una luz mucho más significativa que todo lo material. Ahí, tras los muros de ese castillo abrazados por la niebla alrededor del pantano en el que se alza, se forjó Betsabé Valdemar, Perséfone, la Aeterna. Una sonrisa más fría que el invierno que me muerde el alma con un reverencial temor, quiebra el perfecto carmín rojo que cubre mis labios. Reanudo mi camino a través de la calle principal de Talfeuer, la aldea que es a Stabfeuer lo que Hogsmeade a Hogwarts. Mi corazón hoy no es tal vez el corazón de Betsabé Valdemar, la Perséfone, la Señora de Lux Aeterna. Hoy tal vez sea un poco más Betsabé Valdemar, la que huyó en busca de un circo lleno de leyendas, la mujer. Por eso parece que aquella calle me convierte en aquella Betsabé Valdemar que caminaba hacia la misma casa hace dieciocho años, y que dejaba atrás muchas cosas: pero ante todo una.

sábado, 24 de enero de 2015

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Besar a un ángel

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En el silencio de mi cómodo salón me encuentro con una muñeca que prometí a Ever que iba a arreglar. No he tenido tiempo hasta ahora  de poder hacerlo, y ella ahora está en mis manos. Esa muñeca, lloraba cuando la traje a mi juguetería y se la regalé a mi hija para  su cumpleaños, a los años, un día Ever vino llorando y me dijo que su muñeca ya no tenía voz.

Sonreí a mi hija y la dije que si, que seguía teniendo voz lo que ya no tenía era llanto porque en sus brazos había dejado de sentir dolor. Ever arrugo el labio inferior hacia abajo y me dijo que ella quería que siguiera llorando para poderla calmar el llanto en sus brazos y la reparé. Han pasado más de diez años desde ese día, y la muñeca hace tiempo que volvió a dejar olvidado el llanto en esa caja de mecanismo bajo su pecho, me dijo que la tenía que arreglar y ahora me dispongo a hacerlo. 

Ahora contemplo a esa muñeca entre mis manos y pienso en devolverla el llanto, es curioso que una niña te pida reparar el llanto para  calmarlo en sus brazos, pero es que esa niña no era una niña cualquiera, era mi hija.

sábado, 17 de enero de 2015

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Y que desde hoy, nunca también será nuestro siempre

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Scor: Hace apenas un rato que he cerrado la puerta de mi hogar, tras recibir a la pequeña Luyten. He despedido a Alhena y a Albus, con más miedo del que he querido expresar en mi mirada. Tras dejar su pequeña maleta, la que me ha dado Al, en el cuarto de Cass, me siento en  la mecedora, y siento a la pequeña en mis muslos.

-Veamos a ver, pequeña bruja... Te vas a portar bien, ¿verdad? 

Digo y veo como  la pequeña Luyten, comienza a reír.

-Uy... Que poco me fío yo de ti... -Digo riendo, y beso su suave y regordeta mejilla- Lo primero de todo, vamos a quitarte ese abriguito, gnomillo... 

Digo sonriendo, y con cuidado de que no te caigas de mis brazos, comienzo  a desabotonar los botones de tu abrigo rojo. La pequeña ríe, haciendo fuerzas con los brazos.
-Ey, ¿no quieres que te desnude?  ¡Pero si soy un Malfoy! -Río.- Si no quieres que te desnude un Malfoy... ¿Quién vas a querer que lo haga? 

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Y el Tiempo, se paró

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Una fotografía, una fotografía no es solamente la imagen que se quedó parada para la eternidad, una imagen es aquello que podemos  volver a contemplar cuando la memoria no nos permite hacerlo con la misma nitidez que nos lo permite una fotografía. Ahora sostengo esa foto en mis manos, la foto que Ever ayer duplicó mediante un hechizo para que  yo me pudiera quedar con ella para siempre. Ahora la tengo en mis manos en dentro de un marco que he comprado esta mañana, saliendo  un momento de la juguetería aprovechando que está junto a mí todo el día, Adriel, para comprarlo. Le he comprado sencillo, como ella  se me antojaba, pero a la vez hermoso y que se mereciese ser quien guardase su inmortalizada imagen para siempre. Lyanna, ese nombre  sigue clavándose en mis labios como diminutos alfileres, noche tras noche la he pedido perdón por hacerla culpable de un crimen que  jamás cometió, el de abandonar a su hija, la mía, y ahora sé que lo que hizo fue salvarla. Salvarla en mis brazos, ponerla a salvo.

Ahora mis manos tiemblan, tiemblan porque su imagen parece querer decirme que no nos abandona nunca, que siempre vela por nosotros, que  nos cuida desde ese trocito de cielo que Scorpius puso en el universo para ella, dando nombre, su nombre a una estrella que brillará para siempre o por siempre como ella se merece.